Con motivo de la publicación en Francia de su novela Las aventuras de la China Iron (Les aventures de China Iron), finalista del International Booker Prize 2020, entrevista a Gabriela Cabezón Cámara.
En Las aventuras de la China Iron, pero tambien en La Virgen Cabeza, el tema de la comunidad es central. ¿Cómo definiría usted lo que es o debería ser una comunidad? ¿Que serian la importancia y la función políticas de esta noción?
No sé qué es o qué debería ser una comunidad, tal vez por eso insiste el tema en mi escritura, es una búsqueda. En cuanto a la importancia y la función política de la noción de comunidad, creo que no es posible exagerarlas: no hay vida sin comunidad. No sólo por lo que atañe a la humanidad en sí misma – la lengua, todo el sustrato mítico que nos da sentido, el mismo dinero incluso, todo es producto de la labor intelectual colectiva – sino a la vida entera de la que somos apenas una manifestación. La función política, o una de las posibles funciones políticas, poner de manifiesto eso mismo: el mundo en el que vivimos no es creación de uno o de mil genios, ni propiedad de uno o mil megamillonarios. Ni siquiera de la especie humana. No es propiedad de nadie, lo hacemos entre todos.
Como escritora : ¿qué implica esta cuestión de la comunidad en su escritura ? ¿Qué sería una “escritura de la comunidad”?
¿Qué sería una escritura de la no comunidad? Una que prescindiera de todo eso comunitario – todo – que hay en la lengua, una que prescindiera de la tradición, una que prescindiera de las voces de los otros, ¿qué sería? No existe. Toda escritura es de la comunidad. De hecho, cuando se escribe no se es exactamente uno mismo. Por eso los libros suelen ser mucho más interesantes, y habilitan lecturas múltiples y riquísimas, que sus autores. Pero si quisiera hablarse de una “escritura de la comunidad que se asuma como tal”, diría que toda escritura que ponga en evidencia sus múltiples fuentes lo es.
Este tema de la comunidad va acompañado, en sus libros, de una crítica a la noción de identidad. ¿Cuál sería el problema político de la identidad?
La fijación: la obligación de definirse de una vez y para siempre por un rasgo. Cualquier ser humano es mucho más que cualquiera de los rasgos por los que se lo nombra, define, oprime o asesina. Cada uno de nosotros es muchos. Y a lo largo de la vida puede asumir cualquiera de esos muchos como el rasgo predominante. O ninguno y flotar alegremente en una indefinición.
Una de las características de su escritura es que incluye una pluralidad : pluralidad de idiomas, pluralidad de registros, pluralidad de puntos de vista. ¿Quiere usted enfatizar que el mundo es plural, que aparece plural si incluimos en el mundo las múltiples perspectivas posibles? ¿Cómo sería políticamente importante subrayar asi la pluralidad del mundo?
Esto tiene un par de niveles por lo menos: en lo formal, encuentro mucho más vivos a los textos que manifiestamente son polifónicos. Por otra parte, la fricción entre distintos registros, lenguas, idiolectos, géneros, clases, me resulta muy vital. En cuanto a enfatizar que el mundo es plural y a que las perspectivas son múltiples, supongo que es una labor interminable. Acá, en mi país, nos educamos leyendo básicamente, y casi absolutamente, intelectuales europeos. De brillo innegable, por cierto, pero siempre se supone que su punto de vista es universal. Y no, no es universal: está situado históricamente, geopolíticamente. Y el mundo es mucho más grande y tiene muchas más perspectivas. Eso, hablando de lo que atañe a nuestra especie. Si extendemos un poco la mirada y tomamos en cuenta a todo lo que vive en el planeta, veremos que las perspectivas posibles son casi infinitas: cada ser tiene una perspectiva. Creo que la noción de la pluralidad del mundo implica dejar caer otra, la de centro. Y una más, tal vez la más difícil: la de que la perspectiva de una parte puede ser la del todo. No puede. Es tiempo de que nos demos cuenta. En este sentido, el pensamiento americano, el de los indios, es muy lúcido. Puede leerse en la sistematización del antropólogo brasilero Edoardo Viveiros de Castro, “perspectivismo amerindio”, lo llama y más o menos dice que no existe un punto de vista sobre las cosas, que las cosas son un punto de vista y esto siempre en relación con sus cuerpos y con los afectos entre los cuerpos.
En Las aventuras de la China Iron, se encuentran una serie de imágenes y referencias religiosas, bíblicas : el desierto, el agua purificadora, el diluvio, el regreso de los muertos (sus huesos), algunos personajes de la Biblia, etc. Estas referencias pueden sorprender. Pero me parece que por la forma en que maneja estas referencias religiosas, está construyendo un discurso que se refiere a la Tierra, al mundo, a la naturaleza y no a una realidad trascendente. ¿Cuál es para usted, en esta novela, el significado de estas referencias religiosas?
La Biblia está llena de imágenes de enorme poder mítico, imágenes de, podría decirse, por qué no, profunda humanidad: imágenes que no son sólo bíblicas sino de muchos textos míticos. Imágenes que nos atraviesan como especie, imágenes de lo que el mundo es, en un sentido profundo, para nosotros. Y es tal cual decís vos: tienen que ver, en mi novela, con la Tierra, el mundo y la naturaleza. No veo que haya nada más trascendente que esto, que la vida misma.
En su novela, encontramos, a lo largo del libro y en diversas formas, una presencia de los Indios. Incluso, injerta palabras del idioma guaraní en el idioma español. ¿Qué sentido tiene hoy en Argentina, para una escritora argentina y residente en Argentina, darle a los Indios este lugar en un libro?
Mientras contesto esta entrevista, el Movimiento de Mujeres Indígenas de mi país, camina hacia Buenos Aires. Es un país extenso, es una peregrinación enorme. Vienen del norte y del sur y del oeste bajo la consigna Basta de Terricidio. Son, los indios, los que están defendiendo la Tierra, la posibilidad de una vida para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos, tengamos o no hijos, me refiero a la posibilidad de una vida para nuestra especie y para todas las demás. En América latina, sólo por defender la vida de un río podés ser asesinado, es famoso el caso de Berta Cáceres. Y hay miles y miles más. Y si sos indio, ni siquiera hace falta excusa: los matan como si fueran moscas y no le importa a casi nadie. Cada expansión de la frontera agropecuaria, cada nuevo enclave megaminero, cada pozo de fracking los mata primero a ellos. La devastación de la Amazonía es también un genocidio. Los indios vienen aguantando el genocidio más enorme e interminable de la historia. Y ningún filósofo notable se le ocurre que no se pueda escribir poesía por eso: no les resulta significativo, no lo ven, les queda muy lejos. A los guaraníes yo no les doy nada, quisiera darles, pero tomar palabras de su hermosa lengua o imágenes de se cultura no es darles nada. Es apenas reconocer la maravilla. Y, por otra parte, la existencia. La cosmovisión guaraní es muy hermosa. Vos fijate que el génesis de la Biblia hay un dios solo haciendo el mundo. En el de los guaraníes, hay un ser que crea desde su corazón pero no está solo: hay con él, en ese primer momento del mundo y tan increados como él mismo, un colibrí y una palmera. El colibrí lo alimenta con el néctar que recoge de la palmera. Hay, ahí, una noción mucho más rica de lo que es la Tierra: una creación cosmopolítica, una interrelación de miríadas de especies. Y de lo que debe seguir siendo si queremos vivir.
Uno de los aspectos centrales de su novela se refiere a la ecología. Me parece que el punto de vista ecológico que usted desarrolla no se limita a una preocupación por el ambiente natural sino que, de una manera que a veces se acerca mucho a la ecología como la pensaba Félix Guattari, implica una lógica de relaciones más general que se referiría a la relación con los cuerpos, los géneros, las sexualidades, los seres no humanos, la subjetividad, etc. ¿Cómo definiría su ecología y cuál sería la dimensión política de la ecología?
Como una cosmopolítica: la vida, tal y cual la conocemos, es la creación de las miríadas de seres interdependientes que son sus manifestaciones. La dimensión política es enorme: dejar de imaginarnos como centro del mundo, como aquellos para los que se ha hecho el mundo, dejar de imaginar a todo lo otro como recurso. Dejar atrás todas esas ideas tristes, esas dicotomías tanáticas de cuerpo y alma. Somos cuerpo, carne somos y la carne es naturaleza.
Al final de su novela, describe un tipo de utopía comunitaria. La utopía es un género literario pero también tiene una función política: hacer posible concebir posibilidades. ¿Qué le interesaría de la utopía?
Justamente eso que decís: hacer posible concebir otras posibilidades. En este momento histórico, en el que parece, como dijo Fredric Jameson, más posible imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, es hora de ponernos a generar otras ideas de mundos posibles. En novelas pero aún más, en asambleas, en comunidades de toda índole. Es urgente.
Gabriela Cabezón Cámara, Las aventuras de la China Iron, Penguin Random House, 2020.
Gabriela Cabezón Cámara, Les aventures de China Iron, traduit de l’espagnol (Argentine) par Guillaume Contré, éditions de l’Ogre, avril 2021, 256 p., 20 € — Lire un extrait.
Lire l’article de Jean-Philippe Cazier.